Hace unos días apareció en mi mail un correo con el siguiente asunto: “Campaña de recogida de firmas para el cierre de Ascó y Vandellós”. Afortunadamente acabó en la carpeta de “Correo no deseado”. Lo curioso del asunto es que el remitente era un compañero de carrera, Ingeniero Industrial.
Yo siempre había pensado que la causa de tanta controversia antinuclear en España se debía a la falta de información, formación, cultura… o como se quiera llamar. El hecho de que un Ingeniero Industrial, con toda la formación en materia energética que se supone que tiene, se muestre a favor de una nueva moratoria nuclear me lleva a pensar que hay algo más detrás de esa aversión a los kilowatios nucleares.
Sin querer sacar conclusiones anticipadas, coincide que el susodicho es miembro o cabecilla de un colectivo llamado “Colectivo libertario de Sant Boi”. Con la intención de conocer el perfil de esta persona, me sumerjo en la web de este colectivo y descubro que se trata de un colectivo anarquista. Con esto no quiero entrar en un debate político sobre la anarquía, pero me hace pensar que la opinión acerca de la energía nuclear puede estar muy ligada a los pensamientos políticos de cada individuo.
Y sí, parece que es cierto. Se suele asociar (no sé porqué) la izquierda con los verdes (Greenpeace y compañía), principales detractores de la energía nuclear, y a la derecha con los lobbys o grandes potencias económicas favorables a la construcción de más centrales nucleares con el único fin de lucrarse.
El problema de este país, en lo que a “política energética” respecta, es que el término “política” de la expresión se confunde y se saca de su contexto. No debe asociarse la necesidad energética de un país con las tendencias políticas que lo gobiernan. ¿Es que un militante del partido socialista no se ducha con agua caliente o enciende el aire acondicionado en verano? ¿Es que un defensor de la derecha está en contra de proteger el medio ambiente y derrocha energía? No, no es eso. En general, independientemente de la tendencia política de cada uno, todos tenemos las mismas necesidades energéticas y el mismo compromiso con el medio ambiente.
Hagamos el intento de no asociar energía nuclear con política. Hay que informarse de las ventajas y desventajas de cada tipo de energía y después, sólo después, opinar y decantarse hacia una alternativa energética. Es hora de olvidar eso de “Yo soy antinuclear porque soy de izquierdas” o viceversa. Como mucho, podemos plantearnos qué tendencia política se decanta hacia nuestra opinión en materia de energía. Desgraciadamente, esta es una de las formas de compra de votos muy utilizada por “unos” y por “otros” cuando la campaña electoral se aproxima.
Es lo que está sucediendo con Zapatero. Ganó votos asegurando que iba a clausurar todas lascentrales nucleares españolas. La sociedad sigue esperando que tome alguna decisión en esa materia. Pero afortunadamente no es él quien toma las decisiones. Me aventuro a pensar que alguna comisión o grupo de sabios en materia energética están asesorando a nuestro presidente, de manera que las decisiones de clausura de las centrales no se basen en asuntos políticos si no en verdaderos motivos de peso que tengan en cuenta las necesidades, ventajas, inconvenientes, seguridad y compromiso con el medio ambiente.
Eso es lo que parece que está pasando. Hasta ahora la única medalla que el gobierno se ha colgado en este aspecto ha sido el cierre de Zorita. Es más, no es el gobierno quien decide esos temas. Es el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) quien hace una evaluación de la seguridad de cada central para conceder o denegar la prórroga de la licencia de explotación de las centrales. Si el resultado de la evaluación no es favorable, la central no puede operar más, independientemente de lo que opine el consejo de ministros. Si, por el contrario, se considera que la central es suficientemente segura como para seguir operando, entonces esta decisión se eleva al Gobierno. En el caso de Vandellós I (clausurada hace unos 20 años) y Zorita, fué el CSN quien decidió (basándose en aspectos técnicos y no políticos, se supone) la no renovación de las licencias de explotación.
A ver qué pasa con Garoña. Es la siguiente central nuclear que debe pasar el examen del CSN y del Gobierno (si procede). Esperemos que la decisión no tenga ninguna connotación política.