Hay silencios políticamente cobardes, y entre ellos figura la ausencia de un debate
sobre la energía nuclear en la Unión Europea. Francia no lo abre porque ya ha apostado por ella y no quiere complicarse la vida. La Italia de Berlusconi ha dado un paso al frente (acuerdo de desarrollo nuclear con Francia), pero sin consultárselo a los ciudadanos. Los dirigentes de los países del Este europeo, que sufrieron en pleno invierno el corte de gas ruso, también han aprovechado la ocasión para no discutir sobre un apoyo popular que consideran obvio (porque les conviene, claro). ¿Y qué decir de España? Ha tenido que ser Felipe González, presidente del grupo de reflexión sobre el futuro de la Unión Europea, el que dé un aldabonazo y nos recuerde que es «imprescindible» que los países de la UE avancen hacia una política energética común.
El ex presidente González no ha pedido que se adopte una u otra decisión, aunque él pueda ser partidario ahora de la energía nuclear. Se ha limitado a decir, en su intervención en la conferencia de presidentes de Parlamentos europeos, celebrada en la Asamblea Nacional francesa, que «es un error dramático rehuir este debate», sobre todo cuando cada vez más países están decididos a recurrir a esta fuente de energía. El ex presidente del Gobierno español reclamó un debate sobre la cuestión, pero obtuvo como respuesta el silencio de los latifundistas del miedo a perder votos si se abre el melón.
Todavía hay quien cree que estar en contra de las nucleares es una bandera de la izquierda, mientras que ser partidario de ellas constituye un signo inequívoco de la derecha. Y no es cierto. Ya no lo es. El déficit energético de la Unión Europea, que nos sitúa en una clara dependencia de países con gas y petróleo (y muy especialmente de Rusia), necesita ser repensado. Todos conocemos la situación real, por ello es tan lamentable —y tan condenable— la ausencia de un debate europeo. Porque si no lo hay, ocurrirá lo peor. Y lo peor en este momento es que cada país comunitario haga lo que le dé la real gana, sin ponerse de acuerdo previamente con nadie. Pues bien, es justamente lo que está ocurriendo. Nos encaminamos hacia un horizonte de clara desunión europea.
Por Carlos G. Reigosa. Publicado en "La Voz de Galicia" el 18/03/2009.
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